EL SEÑORÍO DE DAGANZO ( I ). LOS OROZCO, por Mariano Fernández.

 El señorío es una institución de origen medieval y feudal, en la que el “señor” ejercía el dominio sobre un territorio y sus habitantes (vasallos). El título era otorgado por el Rey, gracia que podía ser revocada a conveniencia.  Normalmente era hereditario, bajo la aprobación del monarca en los sucesivos traspasos. Se podía diferenciar entre señoríos territoriales y señoríos jurisdiccionales, aunque a veces a duras penas por lo difuso de la frontera entre ambos.

 El señorío territorial, tiene más que ver con la propiedad de la tierra, de la que el señor podía obtener un beneficio directo trabajándola a través de sus siervos, o bien, cediéndola a los campesinos a cambio de unas rentas. El señorío jurisdiccional estaba más relacionado con los privilegios otorgados al señor que le proporcionaban poder y atribuciones reales tales como el nombramiento de las autoridades, ejercicio de la justicia, cobro de impuestos, etc.

 Buena parte de los señoríos se originaron en el norte de España y se extendieron durante la Reconquista como premio o pago de los reyes, generalmente a los nobles, por los servicios prestados durante la misma.




La mayoría de los señoríos creados en Castilla durante la Baja Edad Media eran señoríos jurisdiccionales procedentes de la dinastía Trastámara, reinante en Castilla desde 1369.

El fundador de la dinastía, Enrique II, el de las mercedes, otorgó buena cantidad de nuevos señoríos a los nobles que le apoyaron en la guerra contra su hermanastro Pedro I, al mismo tiempo que retiró los privilegios existentes de los que lucharon en su contra. Los siguientes reyes de la dinastía también se prodigaron con esta práctica.

Normalmente los señoríos comprendían territorios ganados previamente a los musulmanes y que ahora pertenecían al Rey, el cual mediante la figura del señorío donaba la jurisdicción, transfiriendo así principalmente la potestad de gobernar, cobrar impuestos e impartir justicia sin afectar al pleno dominio de los propietarios particulares. Esta cesión de privilegios se transmitía de padres a hijos con preferencia de los varones y en caso de extinción del linaje volvía a la Corona.

Un claro ejemplo de la independencia de la propiedad y el señorío lo vimos en otro artículo sobre Pedro González de Mendoza, que mientras que el señorío de Daganzo lo ostentaba la familia Orozco, al mismo tiempo, Pedro era el propietario de algunas casas y tierras en el municipio con las que además estableció un mayorazgo.

 Los señoríos se mantuvieron en la Edad Moderna hasta el siglo XIX, cuando fueron suprimidos por el liberalismo.

Es difícil establecer el origen del señorío de Daganzo. La primera referencia escrita que he encontrado sobre el municipio data de 1133. Alfonso VII otorga un fuero a la villa de Guadalajara en el que recibe un amplio alfoz de más de 1000 km2. Este territorio comprendía unas 50 aldeas, de ellas, Daganzo constituía el límite más occidental.

 Posteriormente hay fuentes que sitúan la entonces aldea en poder de la orden de San Juan de Jerusalén en 1166.


Escudo de Guadalajara. En él se representa la conquista de la ciudad por Alvar Fáñez en 1085.

El origen del señorío como tal, posiblemente fue un privilegio concedido por uno de los reyes de Castilla a un noble, probablemente de la casa de Orozco, por los servicios prestados durante o después de la reconquista de los valles del Jarama y Henares por Alvar Fáñez en 1085.

Como mencionamos anteriormente, el señorío de Daganzo estaba en poder de los Orozco, familia nobiliaria originaria de Vizcaya. Pedro González de Mendoza solamente era dueño de una casa y algunas propiedades en Daganzo, que a menudo se confunden con el señorío. No es así. Además, a diferencia de lo que indica la cartelería del Ayuntamiento de Daganzo en el parque de la ermita de la Virgen del Espino, estas propiedades, las tierras y casas de Daganzo, no pasaron al Marqués de Santillana, que posteriormente sería señor de Daganzo por vía de los Orozco,  sino a otro nieto de Pedro González, hijo de su hijo Íñigo, cuyo nombre era Diego Hurtado y que años después sería el primer conde de Priego.

Seguramente esta confusión se debe a que tanto el hijo de Pedro González como el Marqués de Santillana se llamaban ambos Íñigo López de Mendoza, a la vez que el padre del Marqués de Santillana y el hijo de Íñigo López, Diego Hurtado, que también eran homónimos.


Esperamos aclarar este galimatías en el siguiente diagrama:



Fray Hernando Pecha nos dice en su "Historia de Guadalaxara" (1640) que «En los Anales de la çiudad de Guadalaxara por los años de mill y dozientos y ochenta y nueve, se haze mençión de Iñigo López de Orozco, señor de la casa de Orozco en Vizcaya, señor de Hita y Buytrago, señor de Sancta Olalla, Torija, Daganzo y Coruña, Alcayde de Lorca, vezino y morador de Guadalaxara

 A continuación escribe que tuvo un hijo homónimo y, a mi juicio, empieza a liarse con la familia de cada uno de los dos “Íñigos” atribuyendo parentescos del uno al otro sin duda por la confusión del nombre.

Alonso Nuñez de Castro en su Historia eclesiástica y seglar de la muy noble y muy leal ciudad de Guadalaxara (1653) nos habla de un Íñigo López de Orozco, señor de Hita, de Santa Olalla, de Torija, Daganzo, Cobeña y Alcayde de Lorca. Dice que tuvo dos hijas: Juana y María de Horozco. Podría referirse al segundo Íñigo, aunque este tuvo 4 hijas, dos de ellas llamadas Juana y María.

Paloma Torrijos dice que Iñigo López de Orozco será el padre de otro Iñigo López de Orozco. Une a los señoríos heredados del padre el de Pinto. Su hermana Juana de Orozco recibe de su padre los señoríos de Hita y Buitrago.

 Iñigo López de Orozco, padre, fue una personalidad importante del reinado de Alfonso XI y Pedro I, señor de Hita, Santa Olalla, Daganzo, Cobeña, y Lorca. Fue alcalde entregador de la Mesta título concedido por Alfonso XI el día 1 de noviembre de 1339. Participa en la batalla del Salado en 1340 y en el sitio de Algeciras en 1344, donde muere de peste Alfonso XI, por lo que fue recompensado junto con su hijo con los señoríos de Escamilla, Cogolludo, Torija y Pinto.

 Este hecho no evitó más adelante la caída en desgracia de ambos tras la primera guerra civil castellana. Pedro I ordenó la ejecución y pérdida de sus bienes de Iñigo López de Orozco hijo, al considerarle traidor tras pasarse los Orozco en el año 1366 al bando de Enrique, hermanastro de Pedro I, vencedor de la guerra fratricida, futuro Enrique II y fundador de la dinastía Trastámara.

 Hita y Buitrago fueron devueltos por Enrique II a Pedro González de Mendoza, hijo de Juana López de Orozco, en 1368 como recompensa por su apoyo contra Pedro I. Es de suponer que Daganzo también fue devuelto a la familia de Íñigo tras la victoria de Enrique porque siguió en poder de su hija María.

También nos habla del primer Íñigo Sor Cristina de Arteaga, miembro y cronista de la familia Mendoza,  como el más poderoso de los señores de la Alcarria, « Señor de Hita, de Santa Olalla, de Torija, Daganzo y Cobeña, Alcalde de Lorca (el que D.Pedro González de Mendoza llama “mi tio Enyego”)»

La Real Academia de la Historia nos ofrece una biografía de Íñigo López de Orozco, primer señor de Escamilla, firmada por Pilar Morollón Hernández en la que indica « Señor de Escamilla (I), Torija, Galve, Pinto y Cogolludo. Guadalajara, f. s. xiii-p.s. xiv – c. 1355. Alcalde entregador de la Mesta. Noble alcarreño, hijo de Diego Fernández de Orozco, señor de las villas de Hita, Buitrago y Talamanca. Fue su hermana Juana de Orozco, cuyo matrimonio con Gonzalo Ibáñez de Mendoza dio origen al poderoso linaje de los Mendoza.». También señala que casó con Marina Gómez de Toledo y tuvieron un hijo que recibió el mismo nombre. Fue sepultado en la iglesia de Hita.

Se le considera el primer jefe del cuerpo de artillería de nuestra historia ya que fue el "Capitán Mayor de los trabucos y engeños" de Alfonso XI.

Pilar Morollón también escribe la biografía de Íñigo López de Orozco, segundo señor de Escamilla, en la web de la Real Academia de la Historia. «Señor de Escamilla (II), Torija, Pinto, Serón, Santa Olalla y Cogolludo. Guadalajara, s. xiv – Nájera (La Rioja), 3.IV.1367. Mayordomo mayor de Blanca Manuel, embajador real, vasallo de Pedro I y Enrique II. Primogénito del matrimonio formado por Íñigo López de Orozco, alcalde entregador de la Mesta, señor de Escamilla, Torija y Cogolludo, y Marina Gómez de Toledo, cuyo padre había sido privado de Fernando IV y notario mayor de Toledo, y su madre, Teresa Vázquez, fue aya del infante don Pedro».

En ninguna de las dos biografías de Pilar aparece Daganzo, pero lo cierto es que María de Orozco, hija del II señor de Escamilla, sí que fue señora de Daganzo e incluso lo incorporó a la dote en su matrimonio con Lorenzo Suárez de Figueroa, Maestre de Santiago.

María de Orozco (<1367- <1399), también conocida como la malograda, era hija de Íñigo López de Orozco, segundo señor de Escamilla y señor de Daganzo; y de Marina García de Meneses.

 Entre 1383 y 1390 se casó en terceras nupcias con Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre de Santiago, aportando en la dote las villas de Daganzo y Coruña (Burgos). De este matrimonio tuvieron a Catalina Suárez de Figueroa, que la reemplazaría en el señorío de Daganzo y que a su vez contraería matrimonio con Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana.

María de Orozco recibió sepultura en la desaparecida iglesia del Hospital de Santiago, debido a que su último esposo, Lorenzo Suárez de Figueroa, era maestre de esta Orden.

Se supone que sería suyo el encargo del bello sepulcro que aloja sus restos y que actualmente se conserva en la iglesia del convento de San Pedro Mártir, ahora Museo Provincial de Toledo, a donde fue trasladado.

 La profesora e historiadora Balbina Martínez Caviró, en su trabajo María de Orozco “La Malograda”, describe detalladamente el sepulcro diciendo que «Se trata de un enterramiento característico del taller toledano de Ferrand González, con figura yacente. Doña María va ataviada conforme a la moda castellana de la época, con toca y ajustado corpiño de escote recto, mangas terminadas en forma de embudo y amplia falda, y encima la capa llamada mantonina, de alto cuello y mucho vuelo. Al cuello lleva gargantilla y collar. Y entre sus manos un pequeño libro de horas cerrado. La cabeza reposa sobre tres almohadones que subrayan la alcurnia de la difunta. A los pies va un perro. En cuanto a la cama del sepulcro apea en cuatro protomos de león, dispuestos en los lados largos, y sus frentes se adornan con compartimentos tetralobulados, con otros tantos ángulos agudos, en los que van dispuestos de forma alternada los escudos de los Orozco y los Figueroa. Entremedias van tondos. Todo ello sobre un fondo de hojas de roble. Este sepulcro es similar al de doña Elvira Alvarez de Ceballos, en el monasterio de Quejana (Alava), y al de doña Elvira de Ayala, en la catedral de Sevilla»


Sepulcro de María de Orozco. Iglesia de S. Pedro Mártir. Toledo

Gustavo Adolfo Bécquer, al contemplar el sepulcro de María de Orozco le dedicó la Rima LXXVI, que acaba diciendo: «De aquella muda y pálida mujer me acuerdo y digo: ¡Oh qué amor tan callado el de la muerte! ¡Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo!»


Catalina Suárez de Figueroa o Catalina de Figueroa y Orozco (1393-1456), I marquesa de Santillana, señora de Daganzo, Fresno, Monasterio, Campillo y Las Rozas; fue la menor de las tres hijas nacidas en el matrimonio de María de Orozco con Lorenzo Suárez de Figueroa, Maestre de Santiago. Sus hermanas se llamaban Teresa y María.

Contrajo matrimonio con el conocido militar y poeta Íñigo López de Mendoza, I marqués de Santillana, aportando Daganzo como parte de la dote e incorporando de esta forma el señorío a la línea de los Mendoza.

Tuvieron 10 hijos: Diego Hurtado de Mendoza, I duque del Infantado; Pedro Lasso de la Vega, señor del valle del Lozoya; Íñigo López de Mendoza, I conde de Tendilla; Mencía de Mendoza, condesa de Haro; Lorenzo Suárez de Mendoza, señor de Daganzo y I conde de Coruña; Juan Hurtado de Mendoza, II señor de Fresno de Torote y I señor de Colmenar; Pedro González de Mendoza, el Gran Cardenal; María de Mendoza, condesa de los Molares; Leonor de la Vega y Mendoza, condesa de Medinaceli; y Pedro Hurtado de Mendoza, señor de Tamajón y adelantado de Cazorla.

En algún momento, el marqués de Santillana debió de perder Daganzo porque Juan II se lo entregó a su hermana la infanta Catalina en 1428.

 Probablemente fue debido a que el marqués tomó partido por los infantes de Aragón en la primera parte del conflicto que mantuvo con ellos Juan II. Posteriormente en 1430, Juan II se lo quitó a Catalina y se lo devolvió al futuro marqués, junto a otras aldeas, por los servicios prestados a Juan II contra los infantes.

 

Detalle del retablo de Los Gozos de Santa María, de Jorge Inglés, que representa a Catalina Suárez de Figueroa. Museo del Prado. Propiedad de  Íñigo de Arteaga y Martín, duque del Infantado.

Catalina Suárez de Figueroa falleció en 1456, dos años antes que su esposo Íñigo, que no pudo soportar su pérdida. Está enterrada en el mausoleo de los Mendoza en el monasterio de San Francisco de Guadalajara. Daganzo se repartió entre sus hijos Lorenzo y Pedro Lasso, quedando en manos de Lorenzo al morir Pedro en 1458.

Continuará.

Mariano Fernández.


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