LAS COLECTIVIDADES AGRARIAS DURANTE LA REPÚBLICA Y LA GUERRA CIVIL EN DAGANZO por Mariano Fernández

 El 14 de abril de 1931 se proclamó en España la II República. Una de las primeras consecuencias fue el inicio de una reforma agraria que en un principio estaba enfocada hacia los grandes latifundios del sur de la nación (Andalucía y Extremadura), junto a otras provincias donde también abundaban las grandes explotaciones agrarias (Albacete, Ciudad real, Salamanca y Toledo) y las propiedades nobiliarias del resto de España.

El objetivo, según el Gobierno, era poner en plena producción aquellos terrenos no cultivados o infrautilizados, por lo que ya en el mismo mes de mayo se publicaron una serie de decretos en este sentido. El Decreto de Términos Municipales obligaba a los propietarios a contratar la mano de obra en el mismo término municipal donde se hallaba la explotación. El de Laboreo Forzoso pretendía eliminar las tierras sin cultivar. El de Jurados Mixtos del Trabajo Rural establecía unos tribunales de arbitraje. El Decreto de Arrendamientos Colectivos permitía el arrendamiento de las tierras de cultivo por colectividades de campesinos.

En Diciembre del mismo año se aprobó la Ley de Reforma Agraria, que expropiaba amplias extensiones de terreno a los grandes propietarios para ponerlas en manos de colectividades de campesinos y sociedades cooperativistas.

Con la victoria de la derecha en las elecciones de noviembre de 1933, parte de las medidas de la Reforma Agraria se modificaron o quedaron en suspenso, lo que provocó enfrentamientos entre patronos y trabajadores que aumentaron notablemente la tensión, y que derivaron en el mes de junio en una huelga general de los trabajadores del campo que causó una gran inestabilidad social.

La izquierda, concentrada en el denominado Frente Popular, ganó las elecciones de febrero de 1936 recuperando y fomentando de nuevo la Reforma Agraria, que había quedado en el aire durante dos años, incrementándose de nuevo paralelamente los conflictos sociales.

En Julio de ese mismo año estallaría la Guerra Civil. En las zonas que permanecieron bajo el dominio de la República, los campesinos comenzaron la ocupación de tierras a su antojo sin que el Gobierno pudiera o quisiera hacerles frente. Muy al contrario, para no enemistarse con las agrupaciones y sindicatos que lideraban la iniciativa, creó una serie de decretos que daban cobertura legal a la misma.

En agosto de 1936 se establecía una norma mediante la cual se incautarían los terrenos de cualquier propietario o arrendatario que hubiera abandonado su explotación desde el inicio de la Guerra. El segundo decreto, fechado en octubre de 1936 establecía la expropiación sin indemnización de las tierras de aquellas personas que hubieran intervenido, directa o indirectamente, en la sublevación contra la República. Las fincas expropiadas se pondrían en manos de los campesinos para su explotación, tanto individual como colectiva. Lógicamente esta medida ponía en grave peligro de ser señalado como desafecto a cualquier propietario al que se le quisieran requisar sus propiedades, independientemente de sus convicciones políticas y de que le fuera la vida en ello.

Se crearon las Juntas Calificadoras Municipales, que eran las encargadas en cada municipio de decidir los propietarios y las fincas que se iban a ver afectados por estas medidas. El Instituto de Reforma Agraria era el encargado de supervisar las incautaciones, aunque las organizaciones políticas preferían actuar por su cuenta siempre que les era posible.

En Daganzo la relación entre patronos y obreros del campo estaba muy polarizada ya desde antes de la llegada de la República. Nuestro pueblo era uno de los más influidos por las organizaciones agrarias a las que aportaba un considerable número de afiliados.

Las huelgas estaban a la orden del día ejerciendo su máxima presión en las etapas más críticas para los cultivos.  Los patronos a su vez, para poder salvar la cosecha intentaban paliar los daños recurriendo a jornaleros, bien del mismo pueblo, bien de fuera,  que no les importaba trabajar en esas condiciones y a pesar de las amenazas. Esta situación servía para provocar mayores conflictos de los obreros con los patronos y con los nuevos jornaleros que calificaban de esquiroles, sobre todo si los primeros llegaban a perder el empleo.

La tensión llegó a un punto en el que no era tan raro el día que algún conflicto de este tipo llegaba a las páginas de sucesos de los periódicos de la comarca.

El 2 de mayo de 1931 el diario republicano El Liberal y varios periódicos de la época se hacían eco de un grave altercado que se produjo en el baile de Daganzo:  «Anoche se tuvieron noticias en Madrid de que en el pueblo de Daganzo, de esta provincia, situado a pocos kilómetros de Alcalá de Henares, se había producido una reyerta en un baile, cuyo origen fueron cuestiones políticas. Parece que el pueblo está dividido en dos bandos, uno que capitanea el Juez municipal y otro el alcalde. Ayer, con motivo de la festividad del día, se celebraba un baile en el salón del pueblo, donde penetraron unos individuos reaccionarios, que dieron varios vivas inconvenientes. La provocación fue contestada en el acto y se produjo una reyerta enorme, Uno de los jóvenes republicanos cayó herido víctima de una puñalada gravísima. La agresión produjo honda indignación en el pueblo, que pretendió prender fuego a la casa de los reaccionarios. Las autoridades requirieron el auxilio de la Guardia civil, acudiendo varias parejas de Torrejón de Ardoz y de Alcalá de Henares, que lograron restablecer el orden.»

El también diario republicano Heraldo de Madrid de 1 de octubre de 1931 publicaba en sus páginas que el Gobernador de Madrid había señalado la obstinación de los patronos de Daganzo en no admitir trabajadores afiliados a sociedades obreras y que por tanto, había ordenado al alcalde imponer multas y, en caso de persistir en su actitud, encarcelarlos.

En octubre de 1932 varios diarios de la época llevaban a sus páginas  una execrable discusión entre I.C., obrero de la localidad,  y M.G.O., juez de paz y propietario. De las palabras pasaron a las piedras y finalmente la riña acabo con el juez detenido y el obrero en el hospital con un balazo en la cabeza.

Con el inicio de la Guerra Civil se realizaron al menos dos detenciones grupales, casa por casa, por parte de milicianos republicanos. La primera el día  31 de julio y la segunda el día 23 de agosto de 1936. En ambas el delito de que se acusaba a los detenidos era desafección a la República y formaban la mayor parte de ambos grupos los que habían sido los principales propietarios agrícolas del municipio. El primer grupo fue conducido a la cárcel de Alcalá donde quedaron recluidos y fueron inmersos en procesos judiciales durante algunos años. El segundo grupo fue obligado a bajar del camión en la carretera entre Ajalvir y Torrejón y allí mismo fueron asesinados. Ya no quedaba ningún impedimento para la colectivización de la totalidad de las  tierras del municipio.

Esta dramática historia merece un capítulo aparte y mucho tacto y esfuerzo para conseguir la máxima objetividad, pues aún viven los hijos y los nietos de los protagonistas y todos hemos sido afectados de alguna u otra manera por aquellos tristes episodios. No se trata de volver a abrir viejas heridas que, en gran medida, ya estaban cerradas, sino de cerrarlas definitivamente. Algún día lo intentaremos.

Al final de 1937 los dos sindicatos principales en Daganzo eran la Sociedad de Trabajadores de la Tierra, perteneciente a la UGT y el de la CNT. El número de afiliados era similar en ambos llegando casi al centenar de personas cada uno. Sin embargo, el alcalde de la localidad, que pertenecía al primero,  defendía en unas declaraciones a un juzgado que no había que tener en cuenta las afiliaciones de la CNT a partir de febrero de 1937 pues, en Daganzo, en las elecciones de 1936 había ganado la derecha (300 votos contra 80) y muchos derechistas se habían afiliado a la CNT, que pedía menos requisitos de afiliación, para poder salvar la vida.

Estamos llegando al verano de 1938 y las colectivizaciones avanzan que es una barbaridad. El autodenominado "diario de la revolución" Mundo obrero, publicado por el Órgano Central del Partido Comunista, nos habla de la buena disposición de algunas mujeres de nuestro pueblo a formarse como agricultores y sobre utilización de las máquinas agrícolas.



«LOS QUE QUIEREN SER TRACTORISTAS Veintidós campesinos y obreros han sido aprobados. ¿Por qué no se han presentado más campesinas? ¡Insistamos en nuestra propaganda!




En las escaleras y pasillos del Instituto de Reforma Agraria hay siempre un ir y venir de caras quemadas por el sol y curtidas por la intemperie. Son los campesinos de las colectividades. Cooperativas y fincas incautadas. sobre las que ejerce el Instituto una labor de ayuda y control. Pero ayer el movimiento era mayor y se hacía difícil transitar por el vestíbulo. La concurrencia estaba formada por aspirantes a ingresar en los cursillos de tractoristas instituidos por orden del Ministerio do Agricultura. Sale la lista de los aprobados en el examen, veintidós, entre esos veintidós se cuentan tres mujeres jóvenes. Algo es, aunque debieran estar en mayor proporción. habida cuenta de las circunstancias y de los propósitos del ministro. Eugenia Gabaldón. que está satisfechísima, nos dice que tiene veintitrés años y que es de Villalgordo del Júear. —¿Qué es lo que te ha movido a presentarte? ~Que quiero ser útil a la causa; que me gusta el campo, porque campesina soy. y campesinos son todos los míos, y que me gustan las máquinas, porque con ellas se adelanta más y se trabaja mejor. Teodora Contreras, de Daganzo, parece una joven despierta y enérgica. Nos muestra sus manos, endurecidas por el trabajo. Segando la algarroba hemos estado hasta hace tres días ésta y yo. La aludida es Jacinta Pérez, una trigüeña que lleva en el rostro su certificado de campesina. —Y vosotras, ¿por qué habéis querido ingresar en la escuela de tractoristas? Teodora mira a su compañera, y «su cara se ilumina con una sonrisa de inteligencia. —Pues miro, camarada, porqué pensamos: "¡Qué bien se estaría en Daganzo y cuánto más producirían nuestros campos de cebada y de trigo si hubiese tractores para trabajarlos!" ¡Nuestro pueblo es casi todo tierras de pan. Seguimos el interrogatorio. »¿Tenéis Colectividad en Daganzo? —Sí, y Cooperativa. También hay muchos individuales, —¿Y qué ocurrirá cuando haya en tu pueblo un par de tractores para hacer las labores? Teodora piensa un momento, y luego dice: —Pues que como la labor del tractor cunde mucho, se harán en común los trabajos. —¿Y si. además de tractores, hay segadoras y trilladoras? — ¡Pues que harán lo mismo, y Daganzo entero se convertirá en una gran Colectividad! Jacinta Pérez agrega por su cuenta: —Y cuando los de otros pueblos vean lo bien que les va con esta forma de trabajar en Daganzo, querrán hacer lo mismo. Asentimos y completamos su pensamiento: —Es decir, que vosotras formáis la avanzada de un gran plan para crear en tierras de Castilla las condiciones necesarias para la futura colectivización de nuestra agricultura... LAZARO»


Por Mariano Fernández.



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