LA CAZA DE LA LIEBRE CON GALGOS por Mariano Fernández

Miguel Delibes nos habla en un magistral relato corto titulado "El matacán del majuelo", que forma parte de su deliciosa obra "Viejas historias de Castilla la Vieja", sobre la caza con galgos y de un particular tipo de liebre muy temido por los galgueros llamado matacán.

«El matacán, como es sabido, es una liebre que se resabia y a fuerza de carreras y de años enmagrece, se la desarrollan las patas traseras, se la aquilla el pecho y corta el viento como un dalle. Por otra parte, la carne del matacán no es codiciada, ya que el ejercicio la endurece, el sabor a bravío se acentúa y por lo común no hay olla que pueda con ella.» (1).


Liebre en la cama. Daganzo. Mariano Fernández.


En los tranquilos pueblos de las llanuras de Castilla, la madrugada de los domingos de una gran parte del húmedo otoño y del gélido invierno, aún nos despiertan temprano los ladridos alborotados de los galgos que barruntan entusiasmados el día de fiesta que se avecina.

Bien es verdad, que cada vez se escuchan menos. Se van trasladando a las afueras. Ya no quedan apenas casas de pueblo tradicionales con sus cuadras, pajares y corralones donde los perros retozaban a su antojo y los gatos solían andar cuidadosamente por el borde de las tapias evitando un desagradable encuentro con los canes.

Cuando esta cerca de irse la noche, la escarcha resplandece en los tejados iluminada por la imponente luna. Se escucha el chirrido de un cerrojo oxidado y detrás, el más quejumbroso lamento de los goznes de una puerta de madera. Se abre la puerta falsa y entra una silueta recortada por la luz de la calle. Se desata el éxtasis. Los perros saltan sobre el amo golpeándole en el pecho uno tras otro mientras le azotan las piernas insistentemente con el rabo.

-¡Tuuso! ¡Venga, todos al coche!... ¡Chila! ¡Sube!

La liebre espera en el campo, al raso. Es un animal huraño y solitario que hace pocas migas con nadie y vive a campo abierto. Hace una cama en una depresión del terreno que puede estar cubierta de alguna vegetación o estar simplemente desnuda. Permanece en ella aplastada a cuerpo descubierto incluso durante las duras heladas del invierno. Está segura en su trinchera. Su extraordinaria capacidad de camuflarse junto con su poderosa carrera son sus armas de defensa frente a los depredadores.


Liebre en la cama. Daganzo. Mariano Fernández.



Cuando va a despuntar el día, entre dos luces, va llegando al cuartel acordado la caravana de coches destartalados, furgonetas, todoterrenos...; algunos arrastrando remolques, unos pequeños para los perros, otros más grandes para los caballos.

Los abrigados cazadores, tras estirarse, saludarse, bromear, y encender algún que otro pito, comienzan a sacar de los vehículos numerosos grupos de lebreles, machos y hembras, barcinos, negros, corbatas, barquillos, berrendos...

Una vez decidido el punto de inicio se forma la mano, compuesta por una línea horizontal de una docena de galgueros a pie separados algunos metros entre sí. A veces les acompaña en los flancos algún jinete a caballo con más cara de frío que los peones. La misión es peinar y escudriñar cada palmo del terreno en busca del lepórido, yendo y viniendo, manteniendo la formación incluso en los giros. Algunos sólo van a acompañar, el resto llevan su campeón impaciente al otro extremo de una correa. Aún no les toca su turno y tendrán que esperar.

Los dos galgos afortunados que corresponde soltar, caminan algo más adelantados con sus respectivos dueños. A veces pueden formar collera mediante una traílla (2) doble que permite a una sola persona liberarlos simultáneamente. 


Traílla doble. https://www.frenerialopez.com/

Se escucha un aviso. Unos ojos bien entrenados han visto al peludo bólido aplastado, a pesar de su perfecto mimetismo. Todos los miembros de la comitiva se quedan congelados, excepto los encargados de acercar a primera línea de batalla a los dos contendientes de la justa. De pronto la liebre salta, los perros luchan por liberarse tirando como bueyes. Tras dejar una pequeña ventaja prudencial se suelta a los corredores. 

Los perros engalgan y arrancan muy igualados, la liebre corre a una docena de metros. A medida que los perros, que ahora corren en fila, acortan un poco la distancia, la liebre aprieta y hace un recorte en escuadra a una mata seca, el segundo perro, que es matemático, tira por la hipotenusa pasando al primer puesto y roza a la liebre cambiando la dirección del animal... los perros, esforzados al máximo, se van alternando en sus posiciones repitiendo la jugada otras cuantas veces, hasta que la liebre encuentra su perdedero en un erial con retamas. Los galgos merodean desconcertados. Otra vez será.

Los dueños se apresuran a recoger a los perros, ¿Cuál corrió mejor?, ¿Cuál fue más sucio? La discusión está asegurada.

La mano se reagrupa y continúa su camino a ver si da tiempo a echar otro par de ellas antes de la hora mágica del almuerzo. Huele a lumbre y a gachas que ya empiezan a tirar pedos en una sartén grande de hierro. No se pueden quedar frías. Los cazadores que han participado en la batida y los espectadores de un cerro próximo se agrupan alrededor de los coches y del perolo. Siguen las discusiones sobre la perra blanca y la perra negra acompañadas de refrescantes botellines.

Ya va pasando la mañana. Antes de volver a casa todavía dará tiempo a dar aún dos manos o tres.


Escarcha y Mulata, campeonas de España

Daganzo es un pueblo de antigua tradición galguera y, además, de cierto éxito.

El primer Campeonato de España de Galgos en campo lo gano un galgo daganceño. Se celebró en Madrid los días 1,2,4,y 8 de febrero de 1931. Era una hembra berrenda en negro de tres años y medio llamada Escarcha, criada por los hermanos Mariano (mi abuelo), Julián y Demetrio Álvarez Moreno, de Daganzo.

Fue presentada al torneo por Juan Martín Gómez, en representación del Club Deportivo Galguero de España, de Madrid.


Los tres hermanos Álvarez Moreno posando con Escarcha con el abrigo en el brazo.


El XIX Campeonato de España se celebró en Madrid los días 5, 8, 10, y 13 de enero de 1957. En esta ocasión la campeona fue Mulata, una perra barcina de Justino Caballero, vecino de Daganzo, que fue presentada por el Marqués de Árdales, Jacinto y Mariano Alcobendas Gil y Teodoro Caminero Rodríguez, representando a la Sociedad La Castellana, de Ávila.



Justino Caballero posando con Mulata junto a otros vecinos del pueblo.


Mariano Alcobendas sujetando a Mulata celebrando el trofeo con otros vecinos

Jacinto y Mariano Alcobendas también eran de Daganzo y presentaron además a la campeona del II trofeo en 1940 y también estaba relacionados con la del XII y el XIII.


(1) Viejas historias de Castilla la Vieja. El matacán del majuelo. Miguel Delibes.

(2) Trailla: correa generalmente de cuero que dispone de un mecanismo especial para soltar automáticamente a los galgos tras la liebre.


Mariano Fernández.

Mis agradecimientos a Enrique Bravo y Carlos Cabau por sus inestimables aportaciones.


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