EL MONTE DE DAGANZO por Mariano Fernández

 El Monte, el arroyo del Monte, el camino del Monte... ¿Qué es y dónde está el Monte?

El recinto rojo delimita aproximadamente la zona de Daganzo conocida como "El Monte" en un mapa del Instituto Geográfico y Estadístico de 1879.


El paraje o la zona que conocemos como "el Monte" se encuentra al norte del término municipal de Daganzo.  Le atraviesa el camino del Monte según nos acercamos a los términos de Alalpardo y Valdeolmos, teniendo continuidad con el monte de estos municipios y por los de Algete, El Casar, Fresno, Ribatejada, etc. Aunque actualmente está labrado en su mayor parte, es una zona que se distingue bien por la cantidad de chaparras diseminadas entre las tierras de cultivo, descendientes de aquellas grandes encinas que calentaron los hogares de Daganzo y de los otros pueblos vecinos durante bastantes siglos. En este lugar pacían los ganados del pueblo, además de en los prados de propios llamados de el Moscatelar, Prado de Enmedio , Peñuelas y la dehesa boyal de La Vega. Allá nace nuestro arroyo del Monte, que continúa durante 18 km hacia el sur atravesando nuestro casco urbano y el del desaparecido Daganzuelo y que muere en el río Henares ya en término de Torrejón.


Corro de cantueso entre las chaparras en el monte de Daganzo

En las relaciones de Felipe II de 1580 se mencionaba que «...hay en la dicha villa de Daganzo un monte de encinas pequeño, que se dice la Matanza...». Hoy en día se mantiene dicha denominación, pero se usa cada vez menos y se tiende a simplificar y utilizar simplemente “el Monte”. En las Relaciones del Cardenal Lorenzana de 1782 nos cuentan que «Tiene esta referida villa, hacia la parte del norte, un Monte, que Se llama de la Matanza; está poblado de matas de encina, y se extiende en todo media legua, Sobre poco mas, o menos.». También Madoz en su Diccionario Geográfico nos recuerda sobre 1850 que «hay un monte titulado de la Matanza que fue de encina, pero que se halla descepado.»


Vestigios del monte original entre las tierras de cultivo. Imagen de Google Earth.

En un maravilloso documento de 1792, que a su vez cita otro más antiguo de 1772, podemos revivir el principio del fin de este monte en su forma original, cuando el Consejo de Castilla, en representación de Carlos IV, autoriza la roturación de los pastos al ayuntamiento de Daganzo. Por su calidad histórica me he molestado en hacer la transcripción del documento para añadir un fragmento a continuación: 

«Gabriel Fernández de Mayor escribano público de su número y ayuntamiento de esta villa de Daganzo de Arriba vecino de ella, doy fe a los señores que el presente vieren que asistido del señor Francisco Pérez Gasco, alcalde ordinario de ella y de Isidoro Martínez, procurador síndico general de esta villa me constituí en la sala capitular de su ayuntamiento en donde se haya el archivo de papeles, y por otros señores se me exhibió, un real privilegio, y facultad despachado en favor de esta villa por los señores del real y supremo Consejo de Castilla, su fecha veinte y dos de septiembre, del año pasado mil setecientos setenta y dos, cuyo tenor de dicho real privilegio a la letra es como sigue.

Don Carlos, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, señor de Vizcaya y de Molina. Por cuanto por parte de los alcaldes, vecinos, y procurador síndico general, diputado y personero del común de la villa de Daganzo de Arriba, se ocurrió ante nos en diez de febrero de este año exponiendo que por la crueldad de los años se vieron aniquilados los vecinos y labradores de la villa, mi partes quedando reducida la labor a cuarenta pares de mulas, y hallándose al presente con más de ciento, y aumentándose el vecindario con aplicación a la labor, de suerte que no tienen otro modo de vivir, ni en que emplearse para mantener sus familias, y hallándose con un territorio llamado La Matanza y Matorral, propia, y privativa a la citada villa, y que esta no tiene comunidad de pastos con ninguna otra, y que para los cortos ganados de lana tienen otros pastos, como eran las hierbas del Monte, prados de En medio, Peñuelas y Regajal, y el abastecedor de carnes los prados del Moscatelar, y Arroyada, y los de la labor la dehesa boyal, llamada La Vega, y todos los referidos prados, con lo que había más que suficientes pastos para otros ganados, y consumo de carnicería, por lo que careciendo de tierras para la labor por la estrechez de ellas, con que se hallaban aumento de pares de labor, y que las referidas tierras de la Matanza, y Matorral, aunque algo distantes de la villa les podía servir de mucha utilidad, y conveniencia para poderse labrar, repartiéndose entre los vecinos por suertes hasta cuatrocientas de ellas, con lo que podía restablecerse otro vecindario, fomentando la labor y cultivo: en cuya atención: nos suplicó que habiendo por presentado otro testimonio de poder, en su vista, y de lo expuesto fuésemos servidos conceder nuestro permiso, licencia, y facultad para que sin incurrir en pena alguna pudiesen labrar las mencionadas tierras principiando a hacer la barbechera en el próximo mes de marzo, pasado, que era el tiempo en que se debe ejecutar para poder sembrarla en el septiembre venidero, mediante a no haber perjuicio alguno, siendo como era propia, y privativa de mi parte, y que todo el pueblo uniformemente lo tenía acordado para interponer la presente súplica, insistiendo para que su procurador síndico la ejecutase en esta superioridad, en lo que recibirían merced. Y visto por los del nuestro consejo con lo expuesto en su razón por el nuestro fiscal, por decreto que proveyeron en quince del mismo mes, mandaron librar, y con efecto se libró en diez y siete del citado mes de febrero. La provisión correspondiente cometida al corregidor de la ciudad de Guadalajara, para que sin pasar a la expresada villa de Daganzo de Arriba, dispusiese que se leyese la petición que iba inserta, en consejo general abierto, convocando desde el día antes con expresión del fin, y viendo después instructivamente a los procuradores síndicos y personero del común, y a cualquiera que contradijere, informase a los del nuestro consejo con justificación, si el terreno llamado Matanza, y Matorral, pertenecía los propios de la villa, o le disfrutaban en común libremente los vecinos, o si tenía en él parte o aprovechamiento algún otro pueblo, comunidad, o persona particular a quién en este caso citase, y oyese sumariamente, de qué número de fanegas de tierra se componía el expresado sitio, si tenía algún arbolado, útil, de qué especie, si puede perjudicarle o beneficiarle la labor, limpiándole y olivándole, si en la villa iba en aumento o disminución la labranza: qué número de yuntas tenían sus vecinos, si había suficientes tierras en que emplearlas, o si faltaban algunas, y hasta qué número de fanegas; si había algún otro sitio más proporcionado, y menos perjudicial donde poder romperlas, expresando cuál era, y su pertenencia, cabimiento, y arbolado, si de concederse la facultad, que se solicitaba se seguía algún perjuicio a los ganados de la cabaña real en sus estancias, tránsitos, o abrevaderos, o a los de los vecinos por estrechárseles los pastos, o si les quedaban los suficientes, y en qué sitios, por qué tiempo convendría concederse dicha facultad, qué pensión o renta correspondía imponerse a favor de los propios por cada fanega de tierra, que se rompiere, según su respectiva calidad, teniendo también consideración a lo que producían a favor de otros efectos, si les pertenecía el sitio; con todo lo demás que estimase conducente a la mayor instrucción, del nuestro consejo. En cuya virtud practicó diferentes diligencias que remitió con su informe de cuatro de marzo de este año. Y visto por los del nuestro consejo de lo informado en el asunto por el juez de rompimientos, procurador general del Reino, y lo que sobre todo se expresó por el nuestro fiscal, por auto que proveyeron en doce de junio consultado con N.R.P. se acordó expedir esta nuestra carta. Por la cual concedemos licencia, y facultad a la villa de Daganzo de Arriba, para que sin incurrir en pena alguna, pueda reducir la labor para siempre de granos perpetuamente el terreno que en su término llaman Matanza y Matorral, dividiéndola en suertes, y repartiéndolo entre sus vecinos con arreglo a la provisión de veinte y seis de mayo de mil setecientos y setenta, con la pensión de celemín y medio de trigo anualmente por cada fanega de tierra a favor del caudal de propios de la expresada villa: que así es nuestra voluntad y de esta nuestra carta se ha de tomar la razón en nuestra Contaduría General de Propios y Arbitrios del Reino para que en ella conste. Dada en Madrid a veinte y dos de septiembre de mil setecientos setenta y dos = El Conde de Aranda = D. Manuel Azpilicueta = D. José Faustino Pérez de Hita = D. José de Vitoria = D. Jacinto Miguel de Castro = Yo D. Pedro Escolano de Arrieta, Secretario de Cámara del Rey.»

El nombre de Monte de la Matanza, hoy en desuso, parece ser que procede más de las leyendas que de rigurosos documentos históricos. El origen del nombre, según el historiador complutense Miguel de Portilla y Esquivel (1660-1732), podría ser la toma por las tropas cristianas del Castillo de Alcalá la Vieja. Eran los tiempos del Cid y de la Reconquista y, según las crónicas de la época, Alfonso VI encargo al arzobispo de Toledo, Bernardo de Cluny, la toma de la antigua Complutum que estaba en poder de los almorávides.

Toledo había caído en manos cristianas y el Castillo de Alcalá, situado en un alto cerro junto al del Ecce Homo y el río Henares, quedó aislado y sin posibilidad de ayuda desde el exterior. Esta circunstancia fue aprovechada por las tropas del arzobispo Bernardo estableciendo una fortaleza en un cerro contiguo llamado Malvecino para iniciar un largo asedio al enemigo. Al parecer el asedio fue efectivo, abandonando los musulmanes el castillo en 1118 por la falta de víveres, según algunas crónicas, por la intervención de una gran cruz aparecida en el cielo durante una épica batalla, según otras.




Miguel de Portilla cuenta en su “Historia de la ciudad de Compluto, vulgarmente Alcalá de Santiuste, y aora de Henares” de 1725 que, tras esta batalla, las tropas cristianas «...fueron en alcance de los Moros afta Daganço de Arriva', a vna legua de Alcala, donde en vn montecillo hizieron en los lnfieles tanto eſtrago , que aſta oy ſe llama aquel fitio el Monte de la Matança».

Mariano Fernández.

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