El abejaruco (Merops apiaster) es para mi gusto uno de los pájaros más vistosos y entrañables de nuestra comarca, un auténtico arcoíris alado.
A principios de
la primavera ya se pueden escuchar los silbidos quebrados, que recuerdan a un
silbato roto de los de nuestra infancia, indicando la llegada de los primeros
ejemplares procedentes de África. La belleza de sus colores, las increíbles piruetas
que realizan para atrapar los insectos al vuelo y su costumbre de elegir como
posaderos despejadas atalayas entre los campos de flores, llenan de alegría los
primeros días templados de la primavera.
Se emparejan a
los pocos días de llegar al lugar de cría, obsequiando el macho a la hembra con
algún delicioso insecto que la hembra aceptará si el macho es de su agrado.
Como puede comprobarse en la fotografía existe poco dimorfismo en la pareja. Como norma general, los colores del macho suelen ser más vivos. La mancha blanca más amplia en la frente es lo que permite identificarlos con mayor facilidad.
Los dos miembros
de la pareja excavan largas galerías perfectamente circulares en taludes de
tierra de hasta un par de metros de profundidad que conducen a una cámara final
donde instalan el nido. A veces también pueden hacerlo en el suelo reduciendo la
longitud de la galería. La construcción dura de diez a catorce días. La
herramienta de perforación es su afilado pico cuyo desgaste es bastante acusado
al finalizar la obra pudiendo llegar a un tercio de su longitud. La tierra se
extrae con las patas. A menudo estas galerías se agrupan en colonias donde
nidifican varias parejas.
La puesta suele
ser de entre 4 y 8 huevos que tardan en eclosionar unos 20 días en el mismo
orden de su puesta, normalmente en junio. La incubación la realizan los dos
miembros de la pareja. Los pollos son alimentados a base de insectos recién capturados
por ambos progenitores e incluso por otros miembros de la colonia que aún no
son reproductores.
A veces se sitúan para su cacería en las proximidades de las colmenas, causando problemas a los apicultores. La buena noticia es que también devoran ejemplares de avispa asiática (Vespa velutina) con lo que pueden contribuir a su control.
A finales de agosto, primeros de septiembre, se les puede escuchar fácilmente por el interior del pueblo mientras se agrupan y organizan la partida de su largo viaje otoñal.
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