LA MIEL. por Pedro Pérez Gómez

 La miel - Pedro Pérez Gómez

El producto más conocido de las abejas melliferas es la miel. Aunque no es el único, como ya hablamos en el artículo anterior. También recolectan polen, resina para hacer propóleo, producen jalea real y cera, etc. y hasta su veneno tiene propiedades beneficiosas.

Pero sigamos con la miel. La miel, además de un alimento muy completo, puede ser de gran ayuda en afecciones como catarros, heridas, problemas digestivos. Así como de suministro energético para los deportistas, teniendo en cuenta que, quince minutos después de tomarla, pasa al torrente sanguíneo. Es de aplicación casi inmediata por parte de nuestro cuerpo.

Pero ¿sabemos cómo obtienen las abejas el néctar de las flores para fabricar la miel?



En primer lugar debemos saber que, entre las abejas, hay diferentes funciones. Una de ellas es ser exploradoras. Su trabajo es buscar fuentes de miel y polen para decírselo después a sus compañeras.

¿Y cómo lo hacen?

Como su propio nombre indica, se dedican a explorar.

Imaginad un grupo de abejas volando y buscando flores. ¿Cómo saben de un vistazo qué cantidad de néctar hay en total en esas flores para que no vayan a recogerlo más abejas de las necesarias?

Este es un misterio que aún no hemos podido resolver completamente.

Veamos primero cómo es su cerebro.

Un cerebro de abeja contiene aproximadamente 1 millón de células nerviosas, lo que equivale al 0,00001% del número encontrado en el cerebro humano. Y, a pesar de ello, son capaces de valorar la cantidad de néctar que hay en un campo de flores y recordarlo para comunicárselo a las pecoreadoras que irán a recogerla.

Y no sólo eso. Una vez de vuelta a la colmena, las exploradoras comunican a sus compañeras, mediante el conocido baile de las abejas, en qué dirección y a qué distancia está esa fuente de néctar para producir miel. Dar estas indicaciones ya tiene mucho mérito para un cerebro tan pequeño.

Este baile fue descubierto por Karl von Frisch, que recibió el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1973, y publicado en su libro “La Vida de las abejas”.

¿Pero cómo saben las pecoreadoras qué flores tienen miel y cuales no, cuando llegan al lugar?. Ya que podría ocurrir que las exploradoras de otra colmena también se lo hayan comunicado a sus compañeras y que hubiesen llegado antes que las abejas de las que estamos hablando.

Vamos a intentar averiguarlo con la ciencia investigadora.

Según un estudio publicado en la revista Science y en la revista Nature (https://www.nature.com/articles/nature.2013.12480), “Las abejas tienen una carga eléctrica positiva porque vuelan en el aire, que está lleno de todo tipo de pequeñas partículas, como polvo u otras moléculas cargadas. La fricción de estas partículas hace que las abejas pierdan electrones, dejándolas con carga positiva.

Las flores, por su parte, están "conectados eléctricamente" a la tierra. A diferencia del cobre, que transfiere cargas muy rápidamente, las plantas conducen la electricidad muy lentamente,tendiendo a poseer una carga negativa.

Para el estudio colocaron flores de petunia en una zona donde las abejas revoloteaban libremente. Más tarde, los investigadores estudiaron cómo las interacciones entre ambas cambiaron los campos eléctricos y el comportamiento de las abejas.

Determinaron que cuando una abeja aterriza en una flor se genera un campo eléctrico, y por lo tanto una fuerza. Es como si se produjera una chispa cuando una y otra se conectan.

La abeja puede “sentir” esta fuerza inducida eléctricamente. Al parecer, para mejorar la memoria asociativa de la abeja con los premios de la flor, como el polen y el néctar. La flor, a su vez, cambia eléctricamente por un período corto después de la interacción.”

De esta manera las abejas que llegan al campo indicado por las exploradoras pueden saber qué flores tienen néctar y cuales no. Así no pierden el tiempo con flores “vacías”. Además también se lo comunican al resto de la colmena para que no vayan más de las necesarias.

Cómo se lo comunican a distancia, antes de llegar a la colmena, situada a veces hasta a 7 km. es otro misterio aún no descubierto. Quizá las abejas ya habrían descubierto la comunicación inalámbrica hace millones de años.

Por el camino de vuelta a casa ya van transformando el néctar en miel en su interior. Una vez llegan a la colmena se lo entregan a las que se han quedado, que acaban el proceso y lo depositan en los panales. Allí los ventilan, moviendo las alas en la puerta o piquera de la colmena, hasta que tiene el grado de humedad ideal para su conservación.



Cuando ha alcanzado esta concentración le ponen una gotita de veneno, que sirve de conservante y lo operculan. Es decir tapan la celdilla con cera para conservar la miel durante muchísimo tiempo. Para comerse esta reserva de miel en invierno, quitan esa tapa y recuperan la miel para alimentarse.

Esta miel, llamada “miel operculada”, es la que tiene la calidad y las propiedades necesarias para que pueda recibir este nombre, en lugar de néctar, que es una especie de agua azucarada. Es una pena que aún no exista una legislación para que lo ponga en el envase. Por lo que, si no conocemos al apicultor o bien si somos nosotros apicultores, no sabremos si la miel es “miel operculada”.

La práctica habitual es sacar esta miel antes, ya que desopercular lleva trabajo y tiempo, y dejarla en bidones, llamados “maduradores”, para que se evapore el exceso de agua y envasarla para así poder venderla sin que se estropee.

Por otra parte, debería ser una buena práctica del apicultor responsable el ayudarlas a producir más miel, tapando la puerta en invierno y reduciendo el espacio, para retirarles sólo la miel sobrante y dejar para ellas suficiente miel para la invernada.

Como es bien sabido, los productos de la colmena sólo los pueden fabricar las abejas. No se ha conseguido hacerlo de forma artificial. Así que ayudemos a que lo sigan fabricando a partir de flores sin químicos que las maten.


Pedro Pérez Gómez

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