LA CAMPIÑA. Introducción. Por Mariano Fernández


Dice la Wikipedia que “la Campiña del Henares o simplemente La Campiña, es una comarca española enclavada entre el este de la Comunidad de Madrid y el oeste de la provincia de Guadalajara, teniendo como límites la orilla izquierda del río Jarama y la derecha del río Henares.” “Se caracteriza por ser una zona de anchas terrazas fluviales con un terreno suavemente ondulado y suelos ricos en los que tradicionalmente se ha practicado de forma predominante la agricultura de secano, sobre todo el cereal, salvo en algunas vegas donde subsiste escasamente el regadío, en una altura media de unos 650 msnm.

Merece la pena pararse un momento a reflexionar por qué Daganzo es como es. Por qué hemos elegido este sitio para vivir, qué es lo que nos llamó la atención de este lugar y a que se debe su existencia, tanto del núcleo de población, como de su entorno.

Nos guste o no, Daganzo tiene unos orígenes eminentemente agrícolas. A esta actividad también debemos el que nuestro pueblo haya sobrevivido hasta nuestros días y el que nuestro entorno biológico se haya configurado de la forma que lo ha hecho. Daganzo es así gracias o a pesar de la agricultura.

Los expertos definen el ecosistema daganceño y el de La Campiña como estepa cerealista, más exactamente como “Estepas cerealistas de los ríos Jarama y Henares”. Esto en la práctica significa que, aunque parezca increíble, a solamente 30 km de Madrid, estamos rodeados de un gran espacio abierto formado por cultivos de cereal salpicados de algunos pequeños sotos de ribera que resisten a duras penas las embestidas de la “modernización”, y que en contra de lo que pudiera parecer, contienen una riqueza biológica de incalculable valor.

Estos “campos pelados” como algunos denominan con cierto desprecio, son ricos en especies animales y vegetales adaptadas especialmente a este medio y que no podrían vivir en ningún otro lugar. Podría decirse que son especies que han sobrevivido adaptándose o beneficiándose de las prácticas agrícolas y hoy dependen de ellas para no desaparecer.

Curiosamente, de todas las especies que viven en nuestros campos, muchas de ellas en grave peligro, puede que la más próxima a desaparecer sea una parte de la especie humana. Una pequeña subespecie forjada con polvo, sudor y nobleza de espíritu, gracias o a pesar de la cual hoy somos lo que somos. Una estirpe que, por suerte o por desgracia, habitó estos campos en tiempos mucho más duros, generación tras generación e hizo a Daganzo tal como hoy es, aunque ya empiece a dejar de serlo. Hablo del hombre de campo, del agricultor.

La agricultura cerealista agoniza. Los precios del cereal fluctúan y muchas veces son inferiores a los de hace 30 años, mientras que los costos de la maquinaria, los abonos y otros gastos de las explotaciones se han multiplicado por 30. Los pocos agricultores que permanecen lo hacen en gran parte gracias a la vocación, virtud que la presión urbana y las administraciones van socavando con la cada vez mayor cantidad de normas, requisitos y barreras para la realización de las prácticas agrícolas. La agricultura cerealista en la zona presumiblemente morirá y con ella desaparecerán gran parte de las especies que hasta ahora nos acompañan y nuestro modo de vida semirural. Después no habrá vuelta atrás.

En próximos artículos daremos un somero repaso a algunas de las prácticas agrícolas que aún permanecen  y de algunas de las especies animales que conviven con ellas. Sirva ello de modesto homenaje a nuestra biodiversidad y también al hombre de campo, especie vulnerable que paulatinamente está siendo sustituida por el hombre de ciudad.

Mariano Fernández

 

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